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Siempre en la vida hay personas que nos marcan. Son como apariciones, anunciaciones que Dios hace presentes en nuestro hoy. Me defino como un "buscador". No he buscado cualquier cosa. Ni lo material, ni el placer han dado respuesta a esa hambre y sed de Dios que anida en mi corazón. Siento que desde niño Dios ha sido una pasión en mi vida. Un Dios cercano, y aún más, un Dios dentro de mi corazón. Un Dios consigo. En momentos de gracia y de pecado; de alegría y tristeza; de pureza y suciedad; de desorientación y de claridad. Siempre tuve conciencia de que cuando pecaba, pecaba. Y no lo hacía por "dañar" a Dios. Lo hacía por debilidad, por un afán desmedido de placer, de creer que sería feliz en espacios de muerte, en espacios ausentes de vida. Siempre que pecaba tenía la necesidad de pedir perdón a Dios. Y me acercaba al sacramento de la reconciliación buscando pureza y paz, perdón y gracia. Pero, ¿dónde encontrar de verdad a Dios?