Una invitación a volver a lo esencial: el amor, es decir, Dios, quien nos da la fuerza para amar al prójimo como a nosotros mismos. Emilio Mazariegos, en una bella prosa, nos habla de la Verdad, de la mentira y el pecado, para mostrarnos cómo llegar a la plenitud del amor, el verdadero, aquel que vence a la muerte y que tiene la manifestación más sublime en la resurrección de Cristo.